Desde hace ya algún tiempo
el caso del “pequeño Nicolás” se ha convertido en la portada de periódicos, y cabeceras
de programas televisivos. Nicolás, un joven de 20 años salió a la palestra por
su ascenso meteórico entre la beatiful people, los avatares de la política
y los negocios, dejando en evidencia la banalidad y superficialidad de estos entornos,
como los pies en el barro de su protagonista.
Nicolás ha levantado todo
tipo de reacciones hacia si mismo, y sus supuestas relaciones entre reyes, espías,
empresarios, y gente de bien vivir. Desde la simpatías por la parte burlesca
de su personaje, a dudas sobre quién está detrás de su ascenso y caída. Nicolás se ha convertido en otro personaje mediático
más que alimenta el absurdo de una sociedad con valores a la deriva. Concede
entrevistas, da exclusivas y “vive la vida loca”. Si, una vida sin ningún tipo
de compromiso, responsabilidad, y sobre todo esfuerzo alguno. Y aquí es donde
se profundiza lo malo y peor de este personaje. En su falta de meritos. Su inconsistencia y su escasez de valores,
pues más allá de la posible picaresca del personaje no hay más soporte que la
de la cultura del pelotazo, de la farsa, del engaño, de la trampa, en
definitiva de lo comunitariamente obsceno.
Nicolás representa uno de
los el máximo exponente de un modelo social que apenas ofrece nada a su
juventud, más allá de la competitividad, el consumo y la individualidad. Este prototipo es el del mentiroso que
triunfa, de quién no consigue nada a través de su esfuerzo y cualificación,
sino de quién conoce, y por quién se hace pasar. Sus recursos son la mentira, el
lio, la soberbia, y sobre todo la ignorancia de los otros. Lo más grave es que desgraciadamente es la
representación de lo que la sociedad ha puesto como meta para jóvenes y no
jóvenes, muchos de ellos ninis. Nicolás
no conoce los valores de honradez, de esfuerzo, de responsabilidad, pertinença. Es él, primero él, luego él,
después él, y si queda algo también para él. No ha de dar ninguna pena Nicolás,
ni sus posibles inventores o instigadores de este monstruito, da coraje por los
jóvenes que luchan por poder estudiar, trabajar, y han de marchar de este país
por que el ascensor social está asaltado por los trepas. Espero que Nicolás y sus creadores sean juzgados debidamente.
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