Estamos en el final de las incertidumbres,
pero paradójicamente en una encrucijada de caminos, llenos de problemas y de
sin sabores. Para poder situarnos más hemos de identificar el contexto en el
que nos ubicamos y hay una palabra que lo define que es el Neoliberamismo, una
nueva razón del mundo de doble capa, revestida a nivel geográfico y con una
transcendencia en todos los planos de la vida de las personas.
Vivimos
en la época del neoliberalismo un concepto que engloba una ideología, que tiene
al mercado como realidad natural, al que se le pretende atribuir la autorregulación
para que consiga equilibrio, estabilidad y crecimiento, y donde se evite la
intervención del estado por miedo a que perturbe su fin.
Paradójicamente
el neoliberalismo es también una forma de política económica que se ha
instrumentalizado como praxis de los estados. Esto ha producido un progresivo
desmantelamiento de las ayudas sociales, el incremento de los impuestos, y la
creación de nuevas formas de redistribución de la riqueza. También ha
estimulado la actividad sin fronteras del capital mediante la desregulación de
los sistemas de salud, enseñanza, el mercado de trabajo, y el medio ambiente.
Pero cómo es posible que, a pesar de las
consecuencias más catastróficas a las que han llevado las políticas
neoliberales, están sean cada más activas hasta el punto de hundir a los
estados y las sociedades en crisis políticas y regresiones sociales cada vez
mayores?
Pues atacando
la base, ya que el liberalismo no es solo destructor de instituciones y derechos,
es productor de cierto tipo de relaciones, de maneras de vivir, de determinadas
subjetividades, en donde está en juego
la matriz de nuestra existencia, la manera en cómo llegamos a constituirnos y
comportarnos, como establecemos las relaciones con los demás, y que equilibrios
mantenemos con nosotros mismos. Esta es
la forma de vida occidental, y de todas aquellas sociedades que eligen como
paradigma la modernidad.
Esto
implica a vivir en un contexto continuo y sin límites de competición
generalizada, desde el trabajador, al estudiante, pasando por las comunidades que
compiten incluso por la pobreza, hasta llegar a las poblaciones que están en
una lucha económica entre si, sujetas a relaciones sociales de mercado. Este panorama empuja a justificar
desigualdades cada vez mayores, transformando a las personas en pequeñas “empresas”
que han de ser gestionadas.
Esta
concepción está presente en las políticas públicas, normativiza las relaciones económicas
mundiales, y marca las relaciones intersubjetivas de las personas, produciendo
que el capitalismo financiero se desboque hasta lo absurdo, que el
individualismo socave hasta la marginación lo colectivo, y que aparezcan nuevas
formas subjetivas de malestar y de exclusión social. La visualización más clara
entre los pocos ricos y los muchos pobres…
Continuaremos…
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