Este artículo quiere dar a conocer la labor importante de
Jesús Romero Acevedo, por muchos conocido como el bombero de Txenòbil. Desde su fallecimiento hasta el día de hoy he
sentido esa deuda personal por nuestra relación vivida, pero a su vez siempre
me ha replicado la responsabilidad de contribuir a que su historia no se pierda,
porqué Jesús fue una persona que mejoró
el mundo. Su legado inmaterial, pero a su vez inmortal, está compuesto de la ilusión que aportó a la vida de muchos niños.
Su vida fue una historia de coraje, humanidad y proísmo. Algunos pocos retales de su labor y
dedicación continúan por internet, y
aunque la página web de su asociación ha desaparecido, sus acciones y tesón quedarán para siempre
como imágenes en muchos corazones. Aquí os dejo algo de lo que os puedo contar
de Jesús;
La primera vez que Jesús se puso en contacto conmigo lo hizo
a su manera, de forma agresiva, desconfiada, y desafiante. Porqué un hombre que
había conocido tanta corrupción en los círculos de la ayuda humanitaria a las víctimas de
Txernobil, y que por otro lado había visitado lo que él llamaba “los hospitales
de la muerte”, contemplando las caras de desolación y falta de esperanza en el
ser humano de los niños, no podía actuar ya de otra manera. Pocas personas
encajaban con Jesús, y las menos entraban en su círculo personal y solidario,
por eso seguramente su organización era él, su mujer, y ocasionalmente colaboradores puntuales que no
permanecían nunca mucho tiempo. El caso
es que Jesús pudo confiar en nuestro equipo y debido a eso pudimos conocer al
verdadero Jesús, un hombre comprometido con las víctimas de Txernòbil y en
especial con los niños más desprotegidos.
No se puede negar, Jesús era difícil de llevar, rudo como él
solo, desconfiado por experiencia, y descarado a más no poder. Jesús asustaba a
muchas personas por su carácter en ocasiones verbalmente agresivo, producía distanciamiento
por falta de filtro. Su carencia absoluta de diplomacia a su vez le servía como
escudo ante la hipocresía y la banalidad. Un coste caro tal vez, que estigmatizo
a Jesús como una persona tosca, hostil y maleducada para aquel que oyese hablar
de él y no lo conociera. Para Jesús había dos tipos de personas, “el tío ese y
la tía aquella” y los que nombraba como el “amigo Rafael, la amiga Estrella o
el amigo Salva”.
Fue en Belarús donde acabé de conocer mejor que había dentro
de Jesús, porque algo era cierto, Jesús no filtraba para nadie, ni para el
mismo, técnicamente podría decirse que su inconsciente se mostraba a cielo
abierto. Recuerdo a Jesús exigiendo hasta el último pañal de los que había
enviado al director de un psiquiátrico que decía haber perdido uno de sus envíos.
Acojonar a un “tío” como una torre contra la pared con sus represalias si no aparecía
el material donado. Miedo tuve cuando llamó ladrón al alcalde de una de las
ciudades más importantes de Bielorusia, y después le asentó un hijo
puta-cabrón, aquel día pensaba que dormía en el calabozo. Jesús no chapurreaba ningún
idioma, pero siempre recordaré como la traductora le dijo “por Dios Jesús estos hombres no hablan ni entienden el
castellano, pero saben lo que es gritar y tu cara lo dice todo”. Ciertamente
aquel día pensé que no volvería a mi
casa, pero en ocasiones la sinceridad y falta de diplomacia de Jesús tenía
efectos paralizantes sobre la estupidez y la corrupción.
Cuando Jesús llegaba a Belarús lo primero que hacía era ir al cuartel de bomberos o cruz roja, a comprobar que uso tenían las ambulancias que
había enviado. Nadie mejor que él sabía que era estar detrás de las ambulancias
del Consorcio de Catalunya, para conseguir una después de acabar su período de
servicio industrial. Vehículo tras
vehículo eran llevados al mecánico más
solidario que encontraba tras enseñarles su dossier sobre su labor, eran revisadas hasta el último detalle. Si
hacía falta un mecánico le hacía le embrague, otro cambiaba las ruedas, otro
soldaba, pero era siempre Jesús el que se buscaba la vida para convencer a alguien.
Solo Jesús sabía que era cargar un tráiler el solo con la ayuda de su mujer.
Recoger el material donado de los más recónditos lugares de Catalunya,
conseguir fármacos contra el cáncer de precios astronómicos, y esconderlos
entre las cajas de juguetes para burlar las aduanas. Empaquetar y etiquetar
caja a caja a mano, para luego cargarlas al tráiler, hubiese o no hubiese
plataforma. Por eso Jesús cuando llegaba
a los hospitales u orfanatos sacaba su lista fotocopiada y realizada un
seguimiento de todo el material, y así sus cómplices, de bomberos de Minsk,
sabían en que cajas encontrar los medicamentos. Todo valía para la causa de los
niños de Txernòbil, incluso vivir al filo de la ruina económica si era
necesario.
Jesús era otra persona en Belarús, mejor dicho era el mismo,
pero era percibido de otra manera. Quién no conocía al bombero español? Entre
los bomberos de Belarús era una leyenda, los directores de orfanatos y hospitales
lo trataban como un santo o un ministro, y su teléfono era el más consultado
después del de las autoridades locales. Pero lo más importante es que los niños
lo esperaban. Cada primavera, sin faltar a su cita Jesús llegaba para hacer
entrega en mano de los peluches, muñecas, y pelotas de fútbol que durante un
año se había pasado recolectando. A él le era indiferente que los niños fueran huérfanos,
que estuviesen irradiados, padecieran de discapacidades o estuvieran en su psiquiátrico.
Jesús cambiaba caras, ponía luz en los ojos y esperanza en el corazón. Era la
leyenda convertida en persona de “dejar de que los niños se acerquen a mí”.
Jesús hace un par de años desapareció, paradójicamente un cáncer
de los más mortales acabó con su vida. Un cáncer, la enfermedad con la que el
tubo luchando para otros con medicinas, materiales, dinero, y mucho amor. Es difícil
concluir si fue una ironía, casualidad o destino para hombre que temía la
radicación nuclear pero a la que olvidaba si tenía que llegar hasta un niño.
Realmente necesitaba escribir esta pequeña historia de un
gran hombre llamado Jesús, conocido como el bombero, porqué este tipo de
historias son las que no se escriben, son las que permanecen desconocidas y
solo perviven en la memoria de los más allegados, en este caso para los que
Jesús nos permitió ser “el amigo tal”. Hoy t encuentro las palabras para
agradecer a Jesús todo lo que aprendí de él, sabiendo profundizar más allá de
la capas exteriores que mostraba. No quiero que la historia de Jesús se pierda
porqué es una historia muy bonita de verdadero amor incondicional a quién lo
necesita. Sé que hay muchos Jesús en el mundo y que sus historias se pierden en
el anonimato y la banalidad de estilos de vida que solo conducen al sin sentido
y al hacernos cada vez más desgraciadamente individualistas. Hay que recuperar
sus historias, porque tal y como Jesús mostro con su carácter y labor, si
queremos un mundo que funcione hay que ponerse a salvo de los postureos, de la hipocresía,
y del egoísmo.
Algunos decían que había algo extraño en Jesús, que no era
posible que un hombre se levantara y se acostara pensando en lo mismo todo el
día, en cargar camiones, conseguir dinero y enviar material. Pero no es peor
levantarse y acostarse pensando solo en uno mismo o en como lucrarse a costa de
los demás? Desgraciadamente eso se nos ha hecho ya normal. Admiro a Jesús por su coraje, admiro su valor y su dignidad, y especialmente
su capacidad para vivir sin gente alrededor que solo se importan a sí mismos.
Jesús mostró que si había que hacer algo solo el convencimiento de uno mismo
era lo necesario. Es cierto que no somos imprescindibles, pero el mundo no
funcionará igual y muchos te echamos a faltar. Como tu siempre decías "gracias por todo"
Para Jesús.
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