HIJOS DE UN DÍOS MENOR
Llego justo a mi cita con Berta, ni antes ni
después, para así evitar cualquier
indicio de sospecha. Al encontrarnos agradece con una mueca escurridiza mi presencia, y para asegurarse
de que sigue el patrón establecido me habla mientras trata de convencerse a si
misma; - están otra vez ahí, tú ya lo debes de saber,
pero trato de no hacerles caso. Hablemos de cualquier cosa para poder
despistarles y que vean que no estoy sola, así me dejarán en paz.
Berta tiene mucha experiencia. Acumula algunos
fracasos a su espalda. Horas en urgencias hospitalarias con su madre que le
provocaron lagunas en su memoria, y que evocan emociones dolorosas a las que no
quiere regresar. Cuando empiezan las voces recurre a su protocolo de urgencias,
la lista de teléfonos, y la supervisión por su madre de la medicación. Su
último internamiento hace tres años marcó un antes y un después. Por eso el
rigor ha de ser contundente. Las confusas voces son irremediables, pero lo más
importante es poner todos sus esfuerzos por impedir las frecuencias radiofónicas, que más allá de emitir solo
para ella, le inducían a cometer actos
contra su voluntad.
No fue nada fácil encontrar la estabilidad. Todo un
periplo por combinaciones complejas de fármacos y terapias. Aprender cómo reaccionar cuando la televisión hablaba
de ella, no escuchar a recónditas voces
que advertían de pastillas envenenadas, descartar que todo el barrio conspirara
a sus espaldas. Cuando parecía que la tragedia era el único final posible, Berta
encontró lo que tapono su angustia, sentirse útil. Ser socialmente aceptada, y
conocer la fortaleza de la autoestima gracias a un espacio sociolaboral. Las
horas en el taller que a cualquiera nos sentarían como tediosas, a ella le
proporcionan sosiego y previsión. Es ungüento a las heridas de su niñez,
cargada de vivencias que la superaban, y de una adolescencia temprana llena de
excesos. La ocupabilidad sin azares ni sorpresas la estabiliza, y además le
proporciona un sueldo para sus gatos. No depende, con 35 años, al completo de
su madre, puede decidir si va al cine o tomar algo en un bar con sus amigos.
También pagar la parte de su tratamiento que no es cubierto por la sanidad
pública. Dejó de ser una pesada carga para una pensionista no contributiva. Ha
conseguido ser lo más parecido a una persona
autónoma, con capacidad de trabajar y mantener relaciones recíprocamente
satisfactorias.
Mientras en
segundos repaso su historia, ella percibe que desvío mi atención, aprovechando
para contrariarse con alguien que solo ella ve en la habitación. Le interrumpo, le pido que hable del
día de hoy para así ahuyentar sus fantasmas. Cancela la conversación en
neolengua, y me habla de la angustia compartida
con los compañeros de terapia. Una nuevo desespero, pero de rancio sabor
conocido, que hoy le ha desatado los peores
recuerdos de la soledad y el embotamiento. La pérdida de los programas de inserción
sociolaboral.
A pesar de
sus debilidades, como ella misma dice, Berta es un referente en el grupo de terapia.
Controla las voces, y diferencia que es su realidad exclusiva, y cuál es el mundo que comparte con nosotros. Por haber
conseguido esta gesta tiene un papel destacado en las terapias. Sus compañeras
también esperan una oportunidad para encontrar una oportunidad que les ayude a construir
un proceso como el de Berta, y mejorar sus recursos económicos para completar
los tratamientos.
De nuevo me sumerjo durante unos fugaces segundos en
mis propios pensamientos, como suele hacer ella en días como hoy. Pienso en las
amigas de Berta, que quedarán al margen de los logros de su compañera de
terapia, como si tuvieran Derechos diferentes. Me pregunto si antes de decidir
estos recortes alguien ha pensado en la fragilidad de estas personas, y en el
padecer solidario de quienes les rodean, si son hijos de un dios menor. Entonces hago como Berta, conjuro a los
demonios de mi pensamiento y vuelvo al mundo de los mortales, pero a pesar de
ello no deja de inquietarme la duda sobre qué sociedad se construye para los más débiles si son los más desprotegidos,
que les va a aportar el mundo de los cuerdos.
La
retallada posa en perill la feina de 2.500 discapacitats.Cau a la meitat el pressupost
destinat a la inserció laboral dels col·lectius més vulnerables
Berta sonríe de nuevo pero esta vez me mira a los
ojos, ha vuelto a vencer a las voces, los fármacos han hecho efecto, el espacio
de terapia actúa como pomada, y entonces recuerda que mañana su vida de
superación continúa.
Espectacular Salva, se que lo que pretendes con este blog es concienciar, llegar, contarnos lo que pasa y tu sabes y muchos de nosotros no si no nos lo cuentan. Y tu lo haces en primera persona, la tuya y la de los que te rodean como Berta y sus compañer@s. Pero es que no te quedas ahí, vas más allá, llegas muy dentro salva, y de manera muy tivia. Tocas lo profundo, porque escribes lindo. Un abrazo y gracias por tus esfuerzos.
ResponderEliminarNoemí