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domingo, 20 de diciembre de 2015

Contemporaneidad 20D



Después de haber participado en un debate político sobre las próximas elecciones españolas, un grupo de amigos manteníamos una discusión sobre nuestra contemporaneidad.  La relación entre la ciudadanía y los políticos, el sistema social, la globalización, eran algunos de los temas. Ahora con un poco más de distancia trato de poner un orden a  lo discutido, recurriendo más sin más remedio a Ortega y Gasset, para corroborar que busques por donde busques, estamos sujetos a ser “nosotros y nuestras circunstancias” sabido esto, somos conocedores de los límites y márgenes de nuestras reflexiones.

Todo empezó por buscar la raíz de nuestros males contemporáneos, y llegar a la conjetura de que este sistema capitalista apenas llega a ser lo que señalo Jeremy Betham, “el máximo de felicidad para el máximo número de gente”. El club de selectos cada vez es más reducido. Siria, Afganistán, Libia, Irak, Yemen, Nigeria, Osetia, Sudán, el terrorismo internacional, el llamado cuarto mundo, etc, engrosan la lista de los excluidos. Estamos lejos de universalizar mínimos de bienestar para el bien común.

Es por ello que discutíamos a cerca de como articula la desigualdad el sistema capitalista entre nosotros? Cuál es el mecanismo esencial que regula su dinámica?  Una de las hipótesis mantenidas fue,  la posesión y satisfacción mediante objetos, como  consecuencia de la evolución de la teoría Marxista sobre el plus del trabajo, donde el objeto se convierte en un amo. Trataré de explicarlo.



Los objetos continuamente tratan de seducirnos convidándonos a la inmediatez y la complitud. Una promesa de satisfacción de la felicidad, que acaba siendo una quimera que esconde una mortífera adicción al consumo. Nunca se consigue lo que se nos promete a través de los objetos,  solo que en el momento del consumo hay una falsa satisfacción que impulsa a la repetición de la búsqueda de forma permanente, y que como señalo Hegel, produce una “servidumbre voluntaria”, a seguir el mandato del consumo.

La felicidad es intransformable en  un objeto simple. De hecho se ha convertido en una demanda esclavizadora, con un sujeto que consume constantemente hasta convertirse a sí mismo en mercancía, “en consumidor”. Esto produce directamente un efecto de pérdida de libertad para convertirnos en esclavos dependientes de objetos, que a su vez son nuestros amos. Algunos síntomas son evidentes, goces solitarios, sexualidad y relaciones virtuales, abandono de la responsabilidad, perdida de cualquier límite, y ausencia de referencias. La ciencia ficción de George Orwell y Adolus Huxley poco a poco se va conformando. (1.984) ,(Un mundo feliz). “El crimen mental ha sido abolido para sentir la satisfacción de ser acogidos en los brazos del gran hermano”, objeto.

El ser humano siempre ha coqueteado con las adicciones, pero la particularidad más destacada en este momento es que estas calán cada vez más en individuos más jóvenes. Ya no se trata tan solo de hacer asociar la identidad de juventud a la de consumidores insaciables,  sino que se está engullendo a la infancia.  Niños de menos de tres años saben utilizar  cualquier tipo de dispositivos electrónicos, digitales, o incluso virtuales.  Prácticamente desde  bebes los sujetos quedan introducidos en algún tipo de relación de dependencia con un objeto, y este  poco a poco se acaba convirtiendo el dueño del niño hasta que su ausencia le produce un malestar insoportable.

Al llegar al período escolar los niños se encuentran con un gran problema, la satisfacción pulsional permanente es opuesta a las premisas necesarias para que la  educación produzca sus  efectos. Los requisitos de tiempos, paciencia y aprendizaje a partir del error (fracaso), y lo más importante, hacerse responsables de su proceso, requieren una tolerancia diferente a la de la satisfacción inmediata. Al llegar al cilco de primaria, la categoría social de “fracaso escolar”, responde a  dos tipos de trastornos comprimidos en la famosa bipolaridad,  el TDAH y la depresión infantil, de pingues beneficios para las farmacéuticas. En realidad ambos diagnósticos corresponden a una misma raíz que empieza a evidenciar una falta en ser, el no desear nada. Algo más que evidente en los adolescentes con la categoría de “exclusión social” que son incapaces de desear, buscan continuamente el consumo inmediato de  las drogas,  la sensación de superar cualquier límite,  o mantenerse en una espiral constante de consumo alienante. Permanentemente estimulados pero incapaces de producir ningún deseo.


Para  los jóvenes se han planificado las llamadas “políticas de emancipación”, que son todo absolutamente menos emancipadoras. Acciones que producen más dependencia, más estandarización, y más consumo, envuelto eso sí de precariedad laboral o de panaceas como el hágase a sí mismo. Cada vez se aleja más al joven del conocimiento, puesto que las universidades han expropiado el saber y solo los que tienen recursos económicos pueden acceder. Las universidades han sido uno de los principales instrumentos que han producido el pase del esclavismo al capitalismo.  La industria de la educación. Y sino piensen en la formación que encaja mejor a los sujetos con el sistema, la formación profesional, de ahí su actual auge. Hoy  en día todo conocimiento se representa con un titulo.

 El deseo se pierde y con el desear los sujetos solo son demandantes de mercadotecnia. Jaques Lacan señalo que “la tristeza es la expresión de la cobardía moral por haber renunciado al deseo”. Y eso es lo que nos produce el consumo dejar de desear a cambio de consumir permanentemente.

Mercado y técnica son dos elementos desrregulados,  que juntos  convierten al sujeto en un objeto, una vulgar mercancía. Con su efecto de producción desmedida se producen costes por segunda ocasión de nuevo en los sujetos, esta vez en su relación con el medio ambiente, a modo de un planeta insalubre, al borde constante del desastre medioambiental. Sequías que se incrementan, inundaciones, pérdidas de especies, aumento de la temperatura del planeta, son algunas de las consecuencias cada vez más irreversibles.


Jorge Alemán (soledad común) cita las consecuencias sobre el sujeto como “estado permanente de excepción” segregado bajo las órdenes del mercado de renuncia, producción y consumo. La fidelización a uno mismo ha acabado con la comunitario. Si hay alguna conclusión que es pueda establecer de forma transversal a toda esta reflexión consiste en la  necesidad de recuperar la sociedad en común, antes de que esta alienación al individualismo acabe con el significado colectivo de la civilización.

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