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miércoles, 23 de marzo de 2016

AMIGO JESÚS



Este artículo quiere dar a conocer la labor importante de Jesús Romero Acevedo, por muchos conocido como el bombero de Txenòbil.  Desde su fallecimiento hasta el día de hoy he sentido esa deuda personal por nuestra relación vivida, pero a su vez siempre me ha replicado la responsabilidad de contribuir a que su historia no se pierda, porqué  Jesús fue una persona que mejoró el mundo. Su legado inmaterial, pero a su vez inmortal, está compuesto de la  ilusión que aportó a la vida de muchos niños. Su vida fue una historia de coraje, humanidad y proísmo.  Algunos pocos retales de su labor y dedicación continúan por internet,  y aunque la página web de su asociación ha desaparecido,  sus acciones y tesón quedarán para siempre como imágenes en muchos corazones. Aquí os dejo algo de lo que os puedo contar de Jesús;

La primera vez que Jesús se puso en contacto conmigo lo hizo a su manera, de forma agresiva, desconfiada, y desafiante. Porqué un hombre que había conocido tanta corrupción en los círculos de  la ayuda humanitaria a las víctimas de Txernobil, y que por otro lado había visitado lo que él llamaba “los hospitales de la muerte”, contemplando las caras de desolación y falta de esperanza en el ser humano de los niños, no podía actuar ya de otra manera. Pocas personas encajaban con Jesús, y las menos entraban en su círculo personal y solidario, por eso seguramente su organización era él, su mujer,  y ocasionalmente colaboradores puntuales que no permanecían nunca mucho tiempo.  El caso es que Jesús pudo confiar en nuestro  equipo y debido a eso pudimos conocer al verdadero Jesús, un hombre comprometido con las víctimas de Txernòbil y en especial con los niños más desprotegidos.

No se puede negar, Jesús era difícil de llevar, rudo como él solo, desconfiado por experiencia, y descarado a más no poder. Jesús asustaba a muchas personas por su carácter en ocasiones verbalmente agresivo, producía distanciamiento por falta de filtro. Su carencia absoluta de diplomacia a su vez le servía como escudo ante la hipocresía y la banalidad. Un coste caro tal vez, que estigmatizo a Jesús como una persona tosca, hostil y maleducada para aquel que oyese hablar de él y no lo conociera. Para Jesús había dos tipos de personas, “el tío ese y la tía aquella” y los que nombraba como el “amigo Rafael, la amiga Estrella o el amigo Salva”.

Fue en Belarús donde acabé de conocer mejor que había dentro de Jesús, porque algo era cierto, Jesús no filtraba para nadie, ni para el mismo, técnicamente podría decirse que su inconsciente se mostraba a cielo abierto. Recuerdo a Jesús exigiendo hasta el último pañal de los que había enviado al director de un psiquiátrico que decía haber perdido uno de sus envíos. Acojonar a un “tío” como una torre contra la pared con sus represalias si no aparecía el material donado. Miedo tuve cuando llamó ladrón al alcalde de una de las ciudades más importantes de Bielorusia, y después le asentó un hijo puta-cabrón, aquel día pensaba que dormía en el calabozo. Jesús no chapurreaba ningún idioma, pero siempre recordaré como la traductora le dijo “por Dios Jesús  estos hombres no hablan ni entienden el castellano, pero saben lo que es gritar y tu cara lo dice todo”. Ciertamente aquel día pensé que no volvería  a mi casa, pero en ocasiones la sinceridad y falta de diplomacia de Jesús tenía efectos paralizantes sobre la estupidez y la corrupción.



Cuando Jesús llegaba a Belarús lo primero que hacía era ir  al cuartel de bomberos o cruz roja,  a comprobar que uso tenían las ambulancias que había enviado. Nadie mejor que él sabía que era estar detrás de las ambulancias del Consorcio de Catalunya, para conseguir una después de acabar su período de servicio industrial.  Vehículo tras vehículo eran llevados  al mecánico más solidario que encontraba tras enseñarles su dossier sobre su labor,  eran revisadas hasta el último detalle. Si hacía falta un mecánico le hacía le embrague, otro cambiaba las ruedas, otro soldaba, pero era siempre Jesús el que se buscaba la vida para convencer a alguien. Solo Jesús sabía que era cargar un tráiler el solo con la ayuda de su mujer. Recoger el material donado de los más recónditos lugares de Catalunya, conseguir fármacos contra el cáncer de precios astronómicos, y esconderlos entre las cajas de juguetes para burlar las aduanas. Empaquetar y etiquetar caja a caja a mano, para luego cargarlas al tráiler, hubiese o no hubiese plataforma.  Por eso Jesús cuando llegaba a los hospitales u orfanatos sacaba su lista fotocopiada y realizada un seguimiento de todo el material, y así sus cómplices, de bomberos de Minsk, sabían en que cajas encontrar los medicamentos. Todo valía para la causa de los niños de Txernòbil, incluso vivir al filo de la ruina económica si era necesario.



Jesús era otra persona en Belarús, mejor dicho era el mismo, pero era percibido de otra manera. Quién no conocía al bombero español? Entre los bomberos de Belarús era una leyenda, los directores de orfanatos y hospitales lo trataban como un santo o un ministro, y su teléfono era el más consultado después del de las autoridades locales. Pero lo más importante es que los niños lo esperaban. Cada primavera, sin faltar a su cita Jesús llegaba para hacer entrega en mano de los peluches, muñecas, y pelotas de fútbol que durante un año se había pasado recolectando. A él le era indiferente que los niños fueran huérfanos, que estuviesen irradiados, padecieran de discapacidades o estuvieran en su psiquiátrico. Jesús cambiaba caras, ponía luz en los ojos y esperanza en el corazón. Era la leyenda convertida en persona de “dejar de que los niños se acerquen a mí”.

Jesús hace un par de años desapareció, paradójicamente un cáncer de los más mortales acabó con su vida. Un cáncer, la enfermedad con la que el tubo luchando para otros con medicinas, materiales, dinero, y mucho amor. Es difícil concluir si fue una ironía, casualidad o destino para hombre que temía la radicación nuclear pero a la que olvidaba si tenía que llegar hasta un niño.
Realmente necesitaba escribir esta pequeña historia de un gran hombre llamado Jesús, conocido como el bombero, porqué este tipo de historias son las que no se escriben, son las que permanecen desconocidas y solo perviven en la memoria de los más allegados, en este caso para los que Jesús nos permitió ser “el amigo tal”. Hoy t encuentro las palabras para agradecer a Jesús todo lo que aprendí de él, sabiendo profundizar más allá de la capas exteriores que mostraba. No quiero que la historia de Jesús se pierda porqué es una historia muy bonita de verdadero amor incondicional a quién lo necesita. Sé que hay muchos Jesús en el mundo y que sus historias se pierden en el anonimato y la banalidad de estilos de vida que solo conducen al sin sentido y al hacernos cada vez más desgraciadamente individualistas. Hay que recuperar sus historias, porque tal y como Jesús mostro con su carácter y labor, si queremos un mundo que funcione hay que ponerse a salvo de los postureos, de la hipocresía, y del egoísmo.


Algunos decían que había algo extraño en Jesús, que no era posible que un hombre se levantara y se acostara pensando en lo mismo todo el día, en cargar camiones, conseguir dinero y enviar material. Pero no es peor levantarse y acostarse pensando solo en uno mismo o en como lucrarse a costa de los demás? Desgraciadamente eso se nos ha hecho ya normal.  Admiro a Jesús por su coraje,  admiro su valor y su dignidad, y especialmente su capacidad para vivir sin gente alrededor que solo se importan a sí mismos. Jesús mostró que si había que hacer algo solo el convencimiento de uno mismo era lo necesario. Es cierto que no somos imprescindibles, pero el mundo no funcionará igual y muchos te echamos a faltar. Como tu siempre decías "gracias por todo"

Para Jesús.

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